En un mundo donde las cosas pasan tan rápido, hoy queremos esto, mañana lo tenemos y pasado ya no nos interesa.

Pasaron estas navidades y de regreso a las clases le pregunté a mis alumnos/as que tal la habían pasado y si habían recibido regalos. La respuesta fue unánime. «¡Sí, muchísimos! A ver,…no me acuerdo…»

¡Sólo pasaron 10 días, y no eran capaces de enumerar la cantidad de regalos que habían recibido!

Como agentes educativos que somos, la reflexión docente forma parte de nuestro día a día, lo cual conlleva una responsabilidad social (véase http://educarparacambiar.blogspot.com.es/2013/11/exceso-de-regalos-los-ninos_27.html).

O algo estamos haciendo mal los adultos o nuestro alumnado tiene un serio problema de memoria. Dado que en otros aspectos los/as niños/as registran de manera extraordinaria, me inclino por la primera opción.

Y creo que lo que estamos haciendo, en afán de cubrir las demandas a causa de, en la mayoría de los casos, culpa por trabajar muchas horas, estar fuera de casa, o por simplemente creer que esa es la forma más afectiva y efectiva de comunicarse, es desvalorizar absolutamente todo.

Es enorme el esfuerzo que hay que hacer para poder comprar regalos, más aún en esas fechas donde el sistema nos impone un gasto tras el otro.

En palabras de Pepe Mujica (político uruguayo), «Cuando usted compra algo, no lo compra con plata, lo compra con el tiempo de su vida que tuvo que gastar para tener esa plata.»

Si fuéramos en realidad conscientes de tales realidades, creo que “andaríamos con pies de puntillas” al enfrenarnos a la palabra EDUCACIÓN.

Educar a nuestros menores en valores, que aprendan realmente a querer algo, a esperar y disfrutar de la espera, para que una vez alcanzado el goce, este sea mayor y no sea olvidado a los diez días.

Escrito por Delfina Diehl, profesora de inglés en B&P

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